A diferencia de los términos “natural” o “sustentable”, el sello de “orgánico” del Departamento de Agricultura está muy regulado (aunque no es totalmente a prueba de fraudes).

Cuando un plátano lleva la etiqueta de “orgánico” del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, se puede suponer que se cultivó sin utilizar fertilizantes sintéticos, organismos modificados genéticamente ni la mayoría de los pesticidas sintéticos. Es posible que en su producción se hayan empleado técnicas de agricultura ecológica, como la rotación de cultivos y la siembra de cultivos de cobertura.

Hay que tener en cuenta que no todos los agricultores ecológicos tienen el tiempo, el dinero o las ganas de obtener una certificación oficial. Es mejor si preguntas en un mercado de agricultores cómo se cultivaron los alimentos.

A primera vista, la agricultura ecológica parece una clara ganancia para el clima porque no utiliza fertilizantes sintéticos, cuya producción requiere mucha energía y, por tanto, muchos combustibles fósiles. (Tanto los fertilizantes sintéticos como los naturales liberan óxido nitroso, un potente gas de efecto invernadero, tras su aplicación).

Pero si profundizamos un poco más, la ciencia se vuelve más complicada. Al no utilizar fertilizantes sintéticos, las explotaciones ecológicas suelen tener rendimientos más bajos que las convencionales. Eso significa que a menudo necesitan entre un 10 y un 30 por ciento más de tierra para producir la misma cantidad de alimentos, dijo Michael Clark, investigador de sistemas alimentarios de la Universidad de Oxford.

Si de la noche a la mañana todo el mundo empezara a comer productos orgánicos, añadió, “se necesitaría mucha más tierra para satisfacer nuestra demanda de alimentos”. La conversión de tierras y la deforestación resultantes perjudicarían al clima.

Timothy Bowles, director del Laboratorio de Agroecología de la Universidad de California en Berkeley, se mostró de acuerdo en que las emisiones causadas por el cultivo de una manzana orgánica podrían ser bastante similares a las de una manzana convencional. Pero dijo que es un error enfocarse en esa métrica.

“A fin de cuentas, lo que importa no es la cantidad de gases de efecto invernadero por unidad de producción, es la cantidad total de gases de efecto invernadero que se producen en el sistema alimentario”, dijo.

Desde ese punto de vista, los alimentos de origen vegetal, ya sean orgánicos o convencionales, tienen una huella de carbono mucho menor que los productos de origen animal, en parte porque su producción requiere menos tierra. En la actualidad, alrededor del 80 por ciento de la superficie agrícola mundial se destina a la producción de carne y productos lácteos.

Así pues, Bowles aboga por un cambio hacia la agricultura orgánica junto con una reconsideración de lo que estamos cultivando. Si una mayor parte de los campos disponibles se utilizara para la alimentación humana, en lugar de cereales para el ganado y los biocombustibles, podría evitarse una mayor deforestación, incluso teniendo en cuenta los rendimientos potencialmente más bajos.

También podría mejorarse el rendimiento de la agricultura ecológica. En un estudio agrícola realizado en Pensilvania que lleva 43 años en curso, los rendimientos de los productos orgánicos se han mantenido en la mayoría de los casos al mismo nivel que los convencionales y han sido un 30 por ciento superiores en periodos de condiciones climáticas extremas.

Verena Seufert, científica especializada en sostenibilidad agrícola de la Universidad de Hohenheim en Stuttgart, Alemania, dijo que, aunque en el mundo real “rara vez se obtienen” rendimientos semejantes, confía en que las cosas sigan mejorando con más investigación sobre la gestión ecológica.

Aunque algunos estudios demuestran que el suelo de las plantaciones orgánicas absorbe más carbono que el de las convencionales, la cantidad de carbono y el tiempo de absorción son objeto de un acalorado debate.

Dicho esto, un suelo sano es fundamental para la seguridad alimentaria a largo plazo. Seufert parte de la hipótesis de que los suelos orgánicos son más resistentes al clima, pero indicó que aún no se ha investigado lo suficiente como para extraer “conclusiones sólidas y seguras”.

Si tu única preocupación es el cambio climático, los científicos coincidieron en que las decisiones dietéticas más impactantes que puedes tomar son reducir el consumo de productos de origen animal y desperdiciar menos comida.

Todos los científicos con los que hablamos dijeron que compraban productos orgánicos. Pero citaron a las personas, más que al planeta, como su motivación número uno: en las granjas ecológicas, los trabajadores están expuestos a menos pesticidas.

“Para mí, esa es la clave”, comentó Bowles. “La exposición química que conlleva la agricultura convencional es muy muy real para las personas que se dedican a cultivarla. Y ahí es donde creo que lo orgánico tiene una ventaja muy clara”.

Los alimentos orgánicos también podrían ser mejores para la salud de las personas que los consumen. Un estudio de 2018 sugirió que los alimentos orgánicos pueden reducir el riesgo de padecer cáncer, aunque el Instituto Estadounidense para la Investigación del Cáncer dice que comer frutas y verduras, orgánicas o no, es lo más importante.

Seufert también señaló que la agricultura ecológica puede beneficiar al medioambiente de maneras relevantes, como la mejora de la biodiversidad y la calidad del agua. En última instancia, confía en que el auge de la agricultura ecológica empuje al sistema alimentario industrial a tener en cuenta el impacto ambiental y humano, en lugar de solo el rendimiento y las ganancias.

“No creo que podamos salvar el planeta comiendo productos orgánicos. Pero creo que es una parte importante de la solución”, concluyó.

Susan Shain es reportera de Headway, una sección del Times que explora los desafíos del mundo a través de la lente del progreso. Más de Susan Shain



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